Sor
Juana
Toca
la tierra y tocó mi cuerpo, con su aleteo
un perfume
ese deseo, ese cuerpo pequeño y muerto
de la
que fue mi amiga, libres las dos, pájaro humana
las
dos las dos cosas a igual tiempo
al
tocarnos, nos tocó también la muerte, como un presentimiento
algo a lo que nadie otorga crédito
y es un
dolor que se detiene, atrapado en la máquina
de lo
que hay que hacer funcionar y no digiere
que
la ausencia tenga plumaje, no lo procesa
luego
de un encuentro milagroso
en el
pedregullo de lo ordinario, una alegría de verte
de haberte
tenido, queda entonces un hueco sin adentro
que
traduce todo lo que consiga
en
viento, en polvo y sinsentido.